Se coje por gusto, por placer, pero también se coje para engendrar nuevos seres con o sin placer, y hasta se tienen hijos no deseados por el goce de cojer. Hay algo siniestro en esto. No voy a intentar un análisis profundo e inteligente para tratar de llegar a una fundamentación medianamente válida de lo que pienso al respecto, porque no estoy seguro de poder hacerlo, y porque no tengo ganas. Simplemente lo voy a decir: me parece que la naturaleza no fue nada sabia en esta cuestión. Y prefiero hablar de la naturaleza como una fuerza creadora y modificadora autista, porque si pensara en un ser superior inteligente y consciente, que hizo todo tal como se lo propuso.. semejante monstruo (El Improbable) se haría acreedor de un nuevo agravio de mi parte. Definitivamente creo que habría sido mucho mejor, más sensato y menos nocivo, dejar la pija y la concha (y también el culo, aunque en esto no cuente) para el placer, y que para procrear existiera algún método alternativo más práctico y controlable, como escribir una carta a París o a la cigüeña, o simplemente desearlo.
No estaría mal que las mujeres (o los hombres, da lo mismo) vinieran de fábrica con un dispositivo selector de funciones, un simple interruptor en la oreja (o en cualquier parte del cuerpo), para activar o anular la función reproductiva a voluntad antes de cada garche (perdón... relación sexual). Mejor aún sería que tanto mujeres como hombres contáramos con esa llave incorporada, y que la procreación sólo fuera posible si ambos lo desean, evitándose así la posibilidad de emboscadas. Para los esclavos del dogma, habría un pecado menos en la lista, ya que nadie que pretendiese ser tomado por serio se atrevería a insinuar que usar un órgano para lo único que sirve pueda ir en contra del mandato de entidad superempírica alguna (dejemos de lado la micción, ya que es por demás evidente que para mear no hace falta más que un simple orificio). Porque no importa si fue la naturaleza sin premeditación o un ser supremo malintencionado: quién haya sido hizo cagada al mezclar el azúcar con la sal, y proporcionó al siniestro poder de algunos humanos, una de las más efectivas y demoledoras herramientas para armar su vasta red de dominación masiva de otros seres a través del sometimiento de ingenuas conciencias indefensas, dispuestas a transar el propio deseo por improbables y delirantes fábulas de eternidad.
Gus
No estaría mal que las mujeres (o los hombres, da lo mismo) vinieran de fábrica con un dispositivo selector de funciones, un simple interruptor en la oreja (o en cualquier parte del cuerpo), para activar o anular la función reproductiva a voluntad antes de cada garche (perdón... relación sexual). Mejor aún sería que tanto mujeres como hombres contáramos con esa llave incorporada, y que la procreación sólo fuera posible si ambos lo desean, evitándose así la posibilidad de emboscadas. Para los esclavos del dogma, habría un pecado menos en la lista, ya que nadie que pretendiese ser tomado por serio se atrevería a insinuar que usar un órgano para lo único que sirve pueda ir en contra del mandato de entidad superempírica alguna (dejemos de lado la micción, ya que es por demás evidente que para mear no hace falta más que un simple orificio). Porque no importa si fue la naturaleza sin premeditación o un ser supremo malintencionado: quién haya sido hizo cagada al mezclar el azúcar con la sal, y proporcionó al siniestro poder de algunos humanos, una de las más efectivas y demoledoras herramientas para armar su vasta red de dominación masiva de otros seres a través del sometimiento de ingenuas conciencias indefensas, dispuestas a transar el propio deseo por improbables y delirantes fábulas de eternidad.
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