En los cuentos de hadas
las brujas son malas,
en los cuentos de brujas
las hadas son feas...
Algunas mañanas es mejor no despertar del todo. Si sirve para despegar el alma doblada y temerosa, camino dormido siguiendo el itinerario inequívoco de la rutina, con la mente apenas activa y la voluntad en automático. No me pido más de lo que puedo dar, no espero nada. Sólo camino por las calles vivas de los que viven, con la certeza de que vivo un poco menos pero sé un poco más. Mi disfraz debe ser bueno, o por lo menos efectivo, porque nadie me mira con curiosidad o sorpresa. Soy uno más en la multitud. Uno más que pisa las baldosas de la ciudad y respira el aire que respiran todos. Lo que pase en mi mente será una ceremonia secreta, privada, que no me distingue ante los ojos del mundo. Subo y bajo todo el tiempo, pero trato de no volar demasiado alto para no caer demasiado profundo. Muero un poco cada mañana, soporto los espacios de multitudes porque no tengo opciones, y en cuanto puedo escapar vuelvo a este paraíso que es mi casa. A veces pienso que el amor es el único signo vital en mí, y es acá, con mi mujer y mis hijos, donde me siento vivo.
También están mis amigos, y eso no es poco: la amistad despojada de impurezas y sin obligaciones hace que uno se sienta elegido cada día. Entonces... no sé si existe pero le doy gracias por estar y porque estén. Cerca, lejos... no importa demasiado: esas son meras circunstancias temporales que no inciden en este afecto capaz de recorrer distancias enormes a la velocidad de la luz o del pensamiento.
Algo indefinido me dice que pronto nos veremos. No me pregunten nada, es sólo un presagio. Con todo el miedo de un provinciano trémulo bajaré a la capital y la fiesta será, de cualquier manera. Entonces, sólo entonces, en esa cacería de duendes amarillos, sabremos si la magia dura. Y veremos si aparece el fantasma de La Opera...
Gus '05
No hay comentarios.:
Publicar un comentario