Para Dill (2004)
Me siento muy identificado con todo lo que decís de vos cuando hablás de tu “natural egoísmo, insolidaridad, antipatía, insociabilidad, haraganería, letargo, etc.”: todos los trapos sucios de tu podrido muestrario me calzan como a medida.
Yo también encuentro buenas intenciones en el fondo de mi ser, pero en el pragma de la cotidianeidad rara vez llego al fondo de algo. Y me atormentan mucho las justificadas culpas que siento a veces, porque mi condición de insensible hedonista es más fuerte que esas buenas intenciones que casi nunca se transforman en hechos: me guste o no (en realidad me tiene sin cuidado), soy un egocéntrico que convoca sus pocas fuerzas al servicio de la inactividad, y que sólo piensa en su comodidad y su satisfacción.
Lo que me diferencia de vos (para peor) es que ni siquiera me interesa lo que me interesa, ni me gusta hacer lo que me gusta: como te dije algunos mails atrás, “no tengo ganas ni de lo que tengo ganas”, el esfuerzo me enferma, y mi voluntad ni siquiera funciona aun cuando intuyo que algún movimiento me pudiera provocar placer. Pero supongo que esto último podría ser pasajero, una natural consecuencia de mi depresión crónica en esta estación sin cartel. El resto no: somos mi karma y yo, qué va'cer...
Creo que si leyera a Kafka en este momento de mi vida, pensaría seriamente en mudarme a un sexto piso...
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