..QUE HOY SEA AYER SIN MAÑANA

jueves, 26 de marzo de 2009

Autobiografía no autorizada (Capítulo I)

Aunque en mi deeneí diga “Clase 1957” y, supuestamente, el día de festejar mi cumpleaños es el 6 de noviembre, nací a fines de 1972 (y tengo doscientos años…). Nada que haya pasado antes de ese año vale la pena de ser recordado, y mucho menos contado.
Por otro lado, me resulta difícil hablar de mí en singular… desde que descubrí que yo no soy yo: somos nosotros yo. Calma, no es una confesión de esquizofrenia, ni estoy jugando a la heteronimia de Pessoa: soy por lo menos dos, y me parece lo más normal del mundo. Dicho esto, creo que resultará más claro eso de autobiografía no autorizada, aunque inevitablemente el eco del absurdo persista.
Me propongo recordar y contar (recordar para contar). No me interesa mi vida antes del ’72, signado por cambios prodigiosos que me borraron de la cancha de fútbol y me colgaron una guitarra.
Tal vez todo haya empezado unos años antes, cuando siendo un pendejo de séptimo grado descubrí a los Beatles, los Stones, Creedence, Clapton, Zeppelin, Jethro Tull, Almendra y… se me voló la cabeza para siempre. Siempre hay alguien que te muestra, que te guía, que te provee, pero yo… me las tuve que ingeniar casi solo para descubrir y conocer ese mundo que me fascinó de movida. Así fue que me colgué del tren de la travelling band y… no me bajé nunca más.
Fue con Héctor a mi lado que empezó todo. Nos conocimos en el ’71, en el secundario, pero en primer año no nos dimos mucha bola (ni fue la música el primer tema de interés en común: fue la paja). Recién a fines de 1972 empezamos a mandar una juntos, se gestaba el monstruo de dos cabezas…
Héctor había empezado a estudiar guitarra ese mismo año, pero creo que no tenía definido un rumbo musical. Yo empecé a tocar después, casi en el ’73, pero con algunas cosas más en claro. El cabezón (Alberto) también estaba ahí, agarrando guitarras y bajos, sentándose a romper las pelotas en las baterías, y aportando lo suyo. Musicalmente no pasaba nada, éramos tan chiquitos… Pero desde el comienzo Héctor mostró ciertas condiciones naturales para la viola “rítmica” (como se decía en esos tiempos) y para cantar, y a mí en cambio me pintó el lead guitar. Juntos hicimos algunas cositas… intrascendentes pero lindas. Fue una época de mucha magia. Héctor y yo éramos inseparables.
En el ’74 conocimos a las mellizas, y a Mariel y a su hermana, Analía. La casa de Ana simboliza un capítulo muy fuerte de ese año y los que siguieron hasta el ’82. Pero me fui muy lejos. Vuelvo. El ’74 fue denso en este país. El escenario político estaba súper convulsionado: quilombo para que vuelva Perón, quilombo cuando vuelve Perón, quilombo porque Perón les da una patada en el culo a las juventudes revolucionarias, y el peor de todos los quilombos cuando Perón se muere y crece el poder del tipo ese al que no quiero ni nombrar, que crea la Triple A, una fuerza parapolicial al mejor estilo de los peores milicos que habrían de venir después, para secuestrar, torturar y eliminar a todo aquel que les molestara. Los colegios secundarios no estaban al margen de esa agitación, el Pueyrredón era un verdadero caos. A mí no me jodían demasiado, sabían que era molesto pero no peligroso, y no tenía actividades políticas. Héctor, en cambio, cometió el imperdonable error de relacionarse estrechamente con un par de militantes de no se qué partido de izquierda (Vega y Chamorro, qué habrá sido…), y pasó automáticamente a integrar la lista negra de la institución: le hicieron la vida imposible para que se fuera… En fin, así estaban las cosas, y Héctor no tuvo otra alternativa que cambiarse de colegio para no perder el año. Tras una rápida búsqueda, en septiembre (o por ahí) se cambió al Sagrado Corazón de Barracas. Con Héctor se fue Pablo, el cordobés, que (como yo) no era víctima de persecución política, pero decidió huir del cuartel en que se había convertido el Pueyrredón. Detrás de ellos se fue Juan Gallastegui... (hoy vecino de Ciudad de Nieva, also known as Captain Nemo here).
Y llegamos al ’75. Todos los exiliados del Pueyrredón ya estaban en quinto. El primer día de clases no me dejaron entrar al colegio (por el pelo y por no tener corbata), y entonces decidí, con unos cuantos más, ir a visitar a los asilados en el Sagrado Corazón. Fuimos, entramos de una, y se armó un quilombito más o menos, porque los conocidos corrieron a saludarnos y las autoridades nos sacaron cagando. Una locura, irrumpir con esa facha en un colegio en horario de clases. Dill recuerda bien ese día…
Creo que no pasó nada trascendente hasta las vacaciones de invierno, cuando conocí a Guillermo, Guido y Eduardo. Fue una fría tarde de Julio. Hubo un recital de vaya uno a saber quién en un colegio de… Remedios de Escalada tal vez, no se, ya pregunté y nadie se acuerda. Fui con Héctor y Pablo (tal vez también estuviera el cabezón), y ese fue el primer encuentro oficial de los que tiempo después habríamos de integrar el “grupo de los seis”. Esa misma noche fuimos a tomar algo al centro, al legendario bar de Lucas (el mozo), en Corrientes casi Callao, al lado de Zhival’s. Guido era muy silencioso, no hablaba un carajo, pero con Guillermo (que también fumaba Particulares 30) hubo onda al toque.
No podría precisar tiempos, pero creo que en apenas un par de semanas Héctor y yo empezamos a tocar con Guillermo (later Dill) y Guido. Primero fue en el colegio, el cura Arce habilitaba un aula, y estaba bueno, pero se pudrió todo cuando vio que llevábamos… ¡mujeres! a escucharnos ensayar, santa María madre de Dios ruega por nosotros pecadores, recuerdo difusamente aquella tarde de un sábado que nos dio la cana a… Miriam (¿o sería Gabriela?) y a mí (¿o sería Guido?) mandándonos escaleras abajo tras recorrer laberínticos pasadizos en busca de los sospechados recovecos del pecado de los que siempre se habló (¿qué habría, instrumentos de tortura, alguna reproducción de la maja desnuda toda enchastrada, esqueletos de sacerdotes con las falanges incrustadas ahí abajo, un larguísimo túnel que desembocaría en Santa Felicitas? no sé, abrimos una puerta, llegamos ver esa inquietante figura... ¿estatua o cura embalsamado?, nunca se supo, ahí apareció Arce y no nos dio tiempo de mirar bien). Bueno, el cura Arce casi se infarta, ¿adónde creen que van ustedes? y esto se terminó, uno les da la mano y se agarran el brazo… El cura puto ese… me hacía reír, cada vez que me veía mandaba lo mismo, “está comprobado científicamente que los muchachos que usan el cabello largo se están convirtiendo psicológicamente en mujeres”, y yo le decía pero… entonces Jesús... Sin embargo la que lo fulminó fue Miriam… la tarde que le respondió y usted no sabe padre que los hombres que usan pollera también? Bueno, como fuera, el cura nos sacó cagando de los claustros sagrados. Caigo en la cuenta de que ya estamos en el '76, y entonces nos echó dos veces el cura marrano... por llevar damas a los ensayos primero, y por intentar profanar los misterios sagrados después.
Sospecho que acabo de armar un terrible quilombo de tiempos superpuestos, mezclados, invertidos... pero no pienso revisar: meses antes o después, todo fue...
Continuará...?

6 comentarios:

Anonymous dijo...

Buenísimo el relato, Gus. Espero que continúe porque (lo sabés) yo no me acuerdo de nada.
Gran abrazo.

Gus dijo...

Ahora sí que naufragué... No, mentira, sé quien es usté, pero ¿por qué me hace pensar, por qué me obliga a deducir?
Descartando, sé quién no es porque no hay nada de lo que pudiera acordarse; el otro que frecuenta este apartado de los comentarios siempre entra como anónimo pero después termina firmando al pie...; la del cangurito azul nunca se mete por este callejón, y eventualmente no diría que no se acuerda porque sí se acuerda (y además se identificaría); Guido... podría ser, pero no es, lo sé por la letra y porque no leo nada tipo il passato è morto... Entonces... si va a firmar, firme siempre carajo, no me vuelva más loco de lo que estoy... Ah, gracias compadre.

Anonymous dijo...

De nada, compadre, usted lo merece.

Anonymous dijo...

..y quién era el sujeto al final?..

Gustavo dijo...

El de Castelar..

Gustavo dijo...

Federratas: no Castelar, sino Ituzaingó.