COROLARIO: dado que para mí lo peor es lo que me hace mal, digo sin remilgos que no hay nostalgia mejor que añorar lo que nunca jamás sucedió..
martes, 15 de julio de 2008
Nostalgias
COROLARIO: dado que para mí lo peor es lo que me hace mal, digo sin remilgos que no hay nostalgia mejor que añorar lo que nunca jamás sucedió..
Poco serio
No debiera caer en la tentación… insensata, inconveniente, absurda, de siquiera pensar en mis manos sobre una guitarra. Pero todo es posible en esta dimensión conocida de errores repetidos, metidas de pata en el mismo agujero, y fallidos varios casi casi voluntarios.
Una siniestra profesora de Educación Democrática de primer año del colegio secundario decía que “inteligente es aquel que sabe lo que le conviene, y lo hace”… Desde esa óptica tan particular, nunca fui inteligente: soy un tarado. Pero ya que cité esa frase de verdulería, bien puedo echar mano a otra, no menos retro: mi vieja decía “soy así, siempre fui así, y no voy a cambiar a los… (equis) años”. Esta sentencia revela un grado de necedad que también me va como anillo al dedo, la suscribo.
No habiendo podido escapar de esa constante maniática que me impide evadir prolegómenos, ahora sí voy al punto.
Después de muchos años de absoluto alejamiento formal de la guitarra, no es un secreto que sigo amando a la música como siempre, y que la ruptura con la cosa activa me convirtió en un pasivo que disfruta más de ese amor, como simple oyente, como pajero. Es, de alguna manera, un logro. Algo que está bien así, y no debiera permitir que se modifique… si fuera inteligente. Pero nunca supe encontrar los caminos hacia lo que me conviene, y no creo que pueda cambiar los cincuenta años…
Hace un par de semanas me bajé el Guitar Pro, un programa muy interesante y útil para guitarristas non pro. No me voy a dispersar describiéndolo: sólo diré que, entre otras muchas opciones, permite escribir música intuitivamente de una manera bastante simple a partir de un mínimo conocimiento de la métrica (las figuras), y provee las herramientas para una edición casera bastante decente. Conocía ese programita, pero hace unos cinco o seis años no tuve paciencia para descularlo, y lo desinstalé. Ahora decidí volver a entrarle, con un poco más de convicción, y terminé maravillado. Estoy escribiendo un tema musical sin grandes pretensiones, casi exclusivamente de memoria, en el aire, sin la viola montada en la gamba. Y la verdad es que… llegué a una conclusión sorprendente: antes, cuando tocaba la guitarra, me faltaban muchos recursos de músico, sí, pero no era eso lo peor, lo peor no era consecuencia de una carencia sino de un exceso: me sobraba la guitarra. Parece una joda, un juego de palabras ingenioso, pero es la pura verdad. No niego que siempre me sentí limitado, casi vedado, por la falta de inspiración, la no imaginación que me impedía componer. Pero la guitarra representaba, sin que yo lo supiera, la barrera infranqueable. Porque el mandato era claro: me importaba más cómo que qué. Los que me conocían no esperaban de mí composiciones grosas, esperaban un solo de la hostia en un tema de otro o en una zapada. Y yo me la creí hasta el punto de decirme “si no podés componer, tenés que hacer que la viola se convierta en un lanzallamas”. Demasiado para mí, demasiada exigencia, demasiada presión…
Ahora, guitarless, me siento liberado ante una herramienta informática que me permite escribir música para varios instrumentos, arreglarla, editarla, mezclar pistas y hacer retoques, todo yo solo y sin tocar un solo puto instrumento real. Puedo escribir y escuchar al toque cómo suena el engendro… y eso es mágico. Por supuesto que no puedo prescindir totalmente de la guitarra, ya que me facilita el maneje de escribir algunas melodías, o de probar redistribuciones de notas de acordes para buscar la inversión que mejor me suene. Pero en todo caso es un trabajo intermedio, de paso, y no es necesario que yo pueda tocar lo que quiero escribir como realmente va a sonar una vez escrito. Una maravilla.
Gus
lunes, 14 de julio de 2008
20/01/2005
Del rock and roll de estas tierras sólo me gusta lo que se hizo... antes de Malvinas. Ese es el único hito que se me ocurre, y lo siento como algo más que un simple punto de quiebre o cambio: siento que algo pasó en aquella época, y tenga o no que ver con la guerra, pasó justamente en aquella época, no antes, no después, pasó a partir de ahí, y a partir de ahí hay un antes y un después de la guerra contra el imperio del rock. Pero no podría explicarlo, tal vez porque no tengo una explicación, tal vez porque no me interesa tenerla ni poder explicar nada: es así y punto.
Lo que no me gusta de Los Redondos, Divididos, La Renga, etc., o lo que hace que no me gusten esas bandas, tiene un definido sabor a lo que empezó a pasar (y a sonar) en la post guerra, cuando algo se perdió para siempre, y algo medio... “antinatural” apareció en los discos y en los escenarios del rock argentino. (Lo de “antinatural” es una opinión personal, y me hago cargo. No tengo ganas de forzar mi frágil mente para explicarlo, salvo que sea muuuyyy necesario.)
Me gustan las viejas bandas de rock and roll argentino. Polifemo, El Reloj, Pescado Rabioso, Pappo’s Blues, Manal, y algunas olvidadas, esa onda. Me parece que un puñado de bandas con personalidad le dieron un matiz muy particular al rock rioplatense a.M. (antes de Malvinas), y entonces creo que hablar de “rock (and roll) argentino” es algo que le cabe más a lo de aquella época casi prehistórica que a las movidas que vinieron después. Porque era rock and roll, y era argentino. Tenía identidad. Con esto no estoy diciendo que las bandas de rock actuales no la tengan: aunque no me gusten, creo que también tienen una identidad... argentina. Pero... no sé, no sé por dónde pasa eso que tanto me desagrada de grupos como La Renga, Los Redondos, Callejeros y, en general, todos los que tocan rock de por acá. ¿Será sólo porque no tienen un Spinetta como Pescado, o un Lebon como Polifemo, o un guitarrista como Pappo, o habrá algo más?
Gus