por Dill
Me parece que la cosa se está saliendo de carril. En realidad, si lo pensamos un poco, hace años que la humanidad (por llamarle de alguna manera no del todo correcta) viene perdiendo el equilibrio. Y yo creo que el gran culpable de que esto suceda es el consumismo. Sucede que con el advenimiento del futuro (“el futuro llegó hace rato”, Solari dixit), la circulación de mercancías nuevas o la renovación de las viejas para que de nuevo vuelvan a comprarse, es una realidad que se sigue inflando cada día más, no pudiendo saberse cuándo ha de llegar la explosión. El ansia de tener y tener y, después, seguir teniendo más cosas, cosas de una marca y mañana de otra según dicte la moda, cosas que se van renovando constantemente, genera, por un lado la compulsión de la compra, el shopping, y, por otro, frustraciones de derrotero incierto que se subliman de manera diferente: algunas con violencia.
Y resulta que aún aquellos que pueden en apariencia consumar sus deseos de tenerlo todo terminan frustrados y hastiados de tanta cosa que, en definitiva, lo que hace es reciclar un deseo por definición imposible de satisfacer.
Yo no quiero formar parte de ese mundo. Y la manera más práctica de correrme me parece que es tomar cierta actitud de ascetismo que me llevaría a concentrarme en las cosas que de verdad tienen importancia para mí.
Por ejemplo: he decidido que en cuanto a vestimenta usaré sólo camisas Ombú o Grafa (si mi mujer accede al pedido de no regalarme otro tipo de camisas como le he pedido). Pantalones Levis o cualquier otra marca conocida, pero truchos, nunca originales. Y zapatillas Topper, de lona porque de las que me duran más son las que valen menos.
El gran poder con el que se insufla en nuestras mentes el consumo de las cosas exteriores a nuestro espíritu puede empezar por la ropa y tomo éso como primera medida para intentar salir del mundo consumista. Precisamente: estar uniformado con cosas que nadie usa (camisas Ombú para trabajar en una oficina) me parece una manera de diferenciarme y resistir.
He dejado también de mirar la TV y creo que ésto no necesita mayor explicación.
Tampoco miro los carteles publicitarios, fijos, móviles, luminosos o de la especie que sean que están esparcidos a todo lo largo del recorrido que uno comienza al salir de su casa. Ni me detengo frente a los kioscos de revistas como hacía ataño para mirar: es que aborrezco el mundo del espectáculo, de la apariencia.Quiero alejarme del consumo sugerido por aquellos a los que sólo les interesa vender no importa qué (no importa cómo ni cuánto) con tal de que deje ganancias.
Yo sé lo que quiero y lo que no quiero: hacia allí apunto.
A mi me gusta por sobre toda las cosas escuchar música, Oregon, leer, estar con mis amigos y el amor de mi mujer. De vez en cuando comer un asado o alguna pasta casera o una pizza hecha por mí o empanadas hechas por mi mujer: de vez en cuando y no mucha más variedad. Por otro lado he comprobado que mientras tenga las otras cosas que consigné puedo comer fideos todos los días sin que me importe demasiado. Podría vivir contento sin tener Internet, sin ir al cine y casi sin salir de mi casa. Claro que me gustaría vivir fuera de la ciudad y tener un terreno grande para poder hacer una huerta y que paste en él una vaca para hacer con su leche manteca y quesos. También para instalar un gallinero que me aporte huevos y pollos para comer. Y para mirar mucho verde y poco hormigón. Puedo vivir bien sin tomar alcohol y sin fumar tabaco.
Mi deseo es dejar de trabajar a los 55 años como mucho. Y dedicarme a alimentar mi espíritu y a los goces del cuerpo más primarios. Me parece aberrante que este sistema de vida que transitamos y que se llama capitalismo, decida hasta cuándo tengo que seguir perdiendo doce horas diarias de mi única y exclusiva vida (no quiero sacar cuentas de los años perdidos).
Deseo firmemente que el mundo pueda cambiar y sea más humano y ésto me resulta imposible de pensar mientras consumir sea el Dios del mercado del mundo.
Después de todo, como dice Marx, “Bajo el capitalismo la vida misma aparece como un simple medio de vida”. Y yo quiero que mi vida sea simplemente vida, nada más.
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