“Serás lo que debas ser…”, sentencia puta que por años me repiqueteó en algún rincón en que la consciencia se esconde de sí misma. Puta pero cruel al fin, como casi todas las verdades que uno trata en vano de ocultarse. ¿Autocompasión, mentira piadosa para postergar sufrimientos, o simplemente pelotudez básica? No sé. Ni me importa. Lo que está claro es que pude zafar. Un buen día de la primera mitad de los noventa colgué las púas, “basta loco, esto no es la tuya, no rompas más la pelotas con la guitarrita”, me dije, y me escuché. Hoy sé que de las pocas decisiones que tomé en esta vida, fue una de las más sensatas, “no seré nada… y al carajo”.
¿Habrán sido en vano el tiempo y demás recursos malgastados en pos del despropósito de ser guitarrista?
“No, totalmente al pedo no”, debería responder este Gus 2004 que pregona a los cuatro vientos no acusar arrepentimientos, y que sólo lamenta no haber hecho algunas cosas. “Si no me hubiera mandado como me mandé, probablemente hoy estaría incluyendo a la guitarra en la lista de asuntos pendientes, de frustraciones..".
La experiencia es irreemplazable. Y necesaria a veces. Hay que vivir la vida, aunque golpée. Se puede teorizarla, pero no sirve de nada.
Lo que sigue es el relato del fin de la increíble y triste historia de Gustavo y su guitarra desalmada.
Pa’ lo que me sirvió, diría que
Tuve una época brillante con la guitarra colgada, pero creo que fue apenas un equívoco más: demasiado pronto llegué al punto en el que un cartel anunciaba “FIN DEL CAMINO”, sin más explicaciones. Entonces me detuve. Comprendí que lo que siempre había flotado entre las brumas, se revelaba ante mí con la implacable crudeza de la realidad, iluminada de una vez y para siempre. No había más camino para mí, porque en el reparto de dones y talentos ninguna musa me tocó. Hubiera podido seguir caminando aun sin camino, pero.. nunca creí en eso de que se hace camino al andar: yo, si no tengo un rumbo bien trazado sobre un sendero definido y firme, me termino yendo al carajo. Inevitablemente. Decidí no ser un mediocre. Y fui nada, c’est finit, game over, la guitarrita fue.
Esa época de brillos y elogios, en la que llegué hasta lo más alto que mis alas precarias me permitieron volar con la música, empezó en la primavera del ’85, junto con mi amor. Fue en ese punto que se redefinió mi estilo, para bien y para mal, marcado a fuego por Eddie Van Halen y un par de guitarristas de heavy metal. Esa onda de técnicas explosivas fue la que mejor llegué a dominar en toda mi historia con las cuerdas de acero. Obviamente no fue casualidad. A fines del infierno invierno del ’85, después de un corto silencio, hubo un cambio en mis catálogos, y eso fue decisivo para fijar el rumbo de mis dedos: volví al rock, caminé por la vereda hard, AC/DC, Van Halen, Ozzy Osbourne, Judas Priest, y varios guitarristas de una onda de música instrumental que en
Pero también me había copado con las cuerdas de nylon, y tuve (tengo) una Avalon (chatita, amplificable, hermosa, muy buena, regalo de Silvia que aun conservo, lamentablemete en el placard). Con esa guitarra fundamentalmente tomé por la rotonda de la música clásica: leyendo (o "deletreando") partituras, llegué a tocar unas cincuenta piezas del Renacimiento y del Barroco. No me dio el cuero ni para afanarles a tipos como Towner y Gismonti, que me seguían gustando. Pero compuse unas cuantas cositas de esa onda, y no me parecían aberrantes. Entre esas.. composiciones estaba algo que Dill bautizó “el choro”, y hoy creo que eso fue lo mejor (o lo único bueno) que compuse en toda mi vida. Lamentablemente no tengo ninguna grabación que documente mis palabras. Y, como corresponde, tampoco me acuerdo siquiera de dos acordes consecutivos de ese condenado engendro villalobiano. Pero no importa, en esta puta vida perdí muchas más cosas de mucho más valor..
Ese último capítulo de mi historia con la desalmada duró lo que duró, duró poco, y todo se fue extinguiendo una vez más, como antes, como siempre, como correspondía: lo que no debía ser, no fue..
No hay mucho más para contar. Sin embargo, en lo poco que queda, tal vez esté lo más gratificante. Eso que pasó en la época en que la guitarra ya no significaba nada para mí, y entonces tuve algunos orgasmos en el alma (o en el ego, alcohol mediante) por haberme atrevido a faltarle el respeto. Recién cuando supe que no iba a seguir tocando, ni a tejer más proyectos insensatos, me animé a subirme a un par de escenarios prestados (re mamado, obviamente), y al bajar, después de aplausos que me hacían sentir nubes en los dedos, los pendejos se me acercaban, me felicitaban, y me preguntaban si daba clases.. (“no pibe, ¿y a mí quién me enseña, quién me da lo que no tengo?”, me decía, y pensaba que siempre fui menos que mi reputación). El último enero que estuve en Tilcara (’99) pasó algo que hoy recuerdo con cierta nostalgia. Serían las 3AM, y Silvia ya no se despegaba de mi lado porque temía que hiciera bardo por ahí: había chupado medio vodka (medio litro), un par de fernets, y estaba en un estado terrible. En un momento me escapé con Japi (uno de los pibes amigos), “voy a mear” dije, y nos metimos en una especie de pub de onda rockera. Había un grupo tocando, y la tentación me pudo: le pedí la viola al guitarrista y me mandé de una, rock and roll carajo! El estar tan en pedo me desinhibía por completo. Japi, que toca el bajo, se había subido también. Fue fuerte, porque sentía que la guitarra sonaba sola, o que era otro el que tocaba (otro mucho mejor que yo). Miré a la gente y ahí me terminé de soltar por completo: recopados, algunos bailaban y otros se habían parado frente al pequeño escenario, me sentía el chino Page.. Duró poco, unos cinco minutos, porque el violero del grupo se arrepintió de haberme cedido su lugar y me cortó el sonido. Lo miré a Japi, nos reímos, y nos fuimos a la mierda, pero con aplausos.
No mencioné la vuelta “oficial” del ’93 y el ‘94, acá en Jujuy, tocando trhash con Mariano y otros pibes amigos, porque eso está entre la nada y la eternidad (pero mucho más cerca de la nada). Sólo sirvió para ganarme una reputación, seguramente exagerada, en el ambiente metaleiro: por viejo, por la técnica, y por tuerto entre ciegos, me convertí en un referente de peso para la pendejada heavy. Pero ya era tarde, no me la creí..
Y la viola.. fue, se murió. Es un hecho, y es definitivo: no creo en resurrecciones. Mi larga historia de encuentros y desencuentros con la música terminó hace mucho, las cenizas se las llevó algún viento, estoy a salvo.. Y está todo bien así, ¿para qué carajo habría de hacer algo que no me interesa ni me mueve nada? Durante mucho tiempo seguí tocando por tocar, sin saber para qué, por inercia o capricho, porque pensaba que podía hacerlo bien, pero sin sentir que era la mía, y desoyendo a algo que desde mi interior me decía “¡cortála boludo, ya basta con esto, que no te da nada!”. Al fin, escuché esa voz interior y le di bola. Lo bueno es que no quedaron marcas, ni lesiones en el alma: ninguna frustración, nada. Supongo que por mucho tiempo creí que podía llegar a ser mejor que el montón, supongo que algo en mis dedos alentaba esa fantasía y confundía bastante, y supongo que mi ego endulzado por algunos elogios no me permitió tirar la púa a tiempo (es decir mucho antes). Pero no sólo se manejó en mí una cuestión de ego. Lo que me encadenó a la desalmada por mucho más tiempo del que hubiera deseado fue una cuestión.. casi de supervivencia: creía que dejar de tocar la guitarra era medio como desaparecer, tirar a la basura lo único que algunos valoraban de mí, y quedar reducido a casi nada, un pibe con la autoestima en los tobillos que no sobresale más que por algunos pensamientos terroríficos..
Seguramente la falta de inspiración para crear haya sido el punto clave que me alejó de la música, o que alejó a la música de mí: tan lejos se fue que ya no la podía tocar ni siquiera con las alas invisibles del deseo.. Supuestamente pude haber llegado a ser un buen guitarrista.. con una viola eléctrica “sucia” tenía explosión, hacía ruido, y con las cuerdas de nylon sonaba tan limpio como gotitas de agua que caen y golpean la superficie de un manantial. La física se puso de mi lado en lo que tenía que ver con los dedos, la cosa mecánica nunca fue un problema para mí. Pero las musas no me tuvieron en cuenta, nunca pude componer algo que valiera la pena, y obviamente eso se debió a una lamentable carencia: no talent, men. Posiblemente, de una manera no consciente, haya buscado la destreza técnica como punto de compensación: ya que no podía componer, aposté a impactar, o por lo menos llamar la atención, con el piripipí. Hasta que me desenmascaré y me abrí. Tarde o temprano tenía que pasar: el que nace para pito..
Hoy tengo un juguete relativamente nuevo, que ocupa el vacío de placer dejado por la desalmada. Y casi no la recuerdo. Por suerte: no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió..
THE END 09-08-04
3 comentarios:
Me gustó volver a leer cosas que había leído y otras que no recordaba. Siempre es bueno leer cuando el que escribe se llama Catalino.
Mire su nivel de autoexigencia es demasiado alto, Ud. sigui la frase que le atribuyen a SanMartin "seras lo debas ser o no seras nada", y Ud. decio ser nada, no le haga caso a ese boludo (hizo cosas buenas dicen, pero esta frase si es de él es desafortunada, yo se que con la guitarra no seré Jimmy Page o Blackmore, ni siquiera Pappo, ni componiendo estoy a años luz de Spinetta, pero me gratifica tocar la guitarra, y al tocarla provoco un hecho artistico que me alimenta el alma, no confundir hecho artistico con obra de arte los separa una eternidad. Tampoco sere Freud, ni Lacan, pero por un ratito cuando alguien se emociona con lo que digo o lo que hago, por esa fraccion de segundo, por ese momento de agradecimiento, en el que alguien se sintio mejor, más libre, que pudo rozar sus sueños, y cree que yo tuve algo que ver, y no he sido más que un instrumento que lo ayudo a conectarse con algunas partes que desconocia, por esos instantes siento que vivir vale la pena!!!! Así que dejese llevar que nadie espera que Ud. sea Zappa ni Van Halen tocando en Salta, sino poder sentir admiración por alguien que nos conecta con una parte sensible, y de esos hay muy pocos, al menos intentelo, dalmiro Saenz dijo: alcanzar la felicidad es horrible, pero el camino hacia ella es maravilloso!!! Don Picu
No Picu... sabía que me iba a responder esto, pero no: no se trata de una cuestión de altura de mi nivel de autoexigencia... y aunque así fuera, nada podría hacer yo al respecto, porque esa exigencia para conmigo mismo no es algo aislado, sino que está estrechamente relacionado a las posibilidades de placer involucrándome con "hechos artísticos". Lea lo del otro link que le pasé (ahora completo), ahí soy claro (ya lo era hace 20 años): difícilmente pueda conmover a alguien con una viola colgada si no logro conmoverme a mí mismo antes...
El título es un juego, una ironía, al igual que el uso de la frase sanmartiniana. Si lo prefiere se lo cambio: a quién no le interese ser corneta (porque no lo seduce ser corneta, ni le da placer), que sea pito hasta que encuentre el aerófono adecuado...
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